Esta innovadora mezcla de
relato y novela vence en muchos de los frentes que abre, por lo que nos
descubrimos el sombrero. A lo largo de dieciséis relatos con un argumento
principal independiente, avanza un argumento secundario común que sirve de
contexto a todos ellos: los animales emprenden una marcha al norte de la
Tierra, hacia un lugar misterioso e inexpugnable, y desde el que, al mismo
tiempo, avanza una ola de frío que obliga a los humanos a emigrar al sur.
Además, entre cada relato hay interludios de prosa breve (1-2 páginas) que narran
la ruta del barco Esperanza hacia la causa de estos cambios en el norte. Los
relatos llevan por título el nombre de una ciudad o sitio físico; los
interludios el nombre del barco (Esperanza), más un número correlativo. La
primera nota destacable sobre la obra procede de las relaciones entre estos
niveles de estructura externa.
Seis niveles de lectura
Las interacciones entre los relatos
y el contexto son continuas. Por un lado, cada relato avanza datos sobre la
amenaza: Los animales se van al norte (Valencia),
hay dueños que acompañan a sus mascotas (Valencia),
los animales que no pueden irse se vuelven violentos (Atenas); algo en el norte ha derribado a los aviones que se le aproximaban
(Tren Shinkansen, Santiago de Chile); un cinturón de
niebla se levanta en Islandia y varias naciones crean la World United Army para luchar contra la amenaza (Nairobi, Vancouver), etc. Por otro lado, el frío avanza desde el norte. Este
cambio climático inverso obliga a desplazarse a los humanos hacia zonas más
cálidas (Vancouver, En algún lugar de Sicilia).
Aunque tales interacciones
marcan el tono de la “novela”, el grueso de la narración corresponde a la
lectura de cada relato de forma independiente: una serie de historias
autoconclusivas excelentemente escritas, con lenguaje preciso y concisión.
Destacan por la profusión de técnicas y hondura de los temas. Volveremos sobre
ello en las siguientes secciones.
Otro nivel de lectura ofrece
el de cada interludio de forma independiente. Estos no son relatos en sentido
estricto, porque no cuentan historias, ni tienen continuidad entre sí. Son
prosas que encierran reflexiones de los personajes. Su valor es más formal que
de contenido.
Existen, además, interacciones
entre estos interludios y el contexto, por ejemplo cuando se menciona que el
océano se encuentra plagado de animales de cadáveres (Esperanza#6).
Asimismo, se dan interacciones
entre los relatos y los interludios, aunque en este caso son más de índole
temática, por ejemplo tanto en unos como en otros se repite la mención
explícita a temas como la repetición cíclica de los argumentos de ficción o de
los ciclos de auge y caída de los imperios (Esperanza#4,
Estambul); no obstante, existe alguna
interacción a nivel de argumento, como el relato en que se da información sobre
la botadura del Esperanza (Nairobi).
Por último, se puede hablar
de una triple interacción entre relatos, interludios y contexto, cuando en Esperanza#16 aparece un personaje de los
relatos en el bote.
Estos seis niveles de juego
de la estructura formal dan dinamismo a lo que, de otra forma, sería una simple
compilación de relatos. El lector más aguerrido puede estar ahora
preguntándose: ¿Nos encontramos ante un vacuo ejercicio formal? La respuesta,
en general, es que el libro da más de sí.
Multiplicidad de temas
La variedad de temas de la
obra es apabullante, dentro de una palpable preocupación por cuestiones
sociales: tolerancia a la diversidad sexual (Valencia, Lhasa), desnaturalización
de los sentimientos provocada por la miseria (y por ende por el mundo
capitalista que la causa) (Atenas), fanatismo
religioso (Estambul), tolerancia a la
inmigración (Vancouver, En algún lugar de Sicilia), crítica al
totalitarismo (Lhasa) y al esclavismo
(Bamato), maltrato a la mujer (Potosí), etc. Una de las ideas más
brillantes del autor podría ser imaginar a los alemanes huyendo del frío, a
cualquier precio, incluso dejándose violar por los italianos con tal de llegar
al sur (En algún lugar de Sicilia).
Abundando en la crítica a los nacionalismos, otra buena idea es, en los últimos
relatos, ponerle títulos de ciudades que crean la expectativa de que el
protagonista sea de allí, pronto truncada para sorpresa del lector: así,
veremos a japoneses en Emiratos Árabes (Dubai),
un occidental de nacionalidad imprecisa en Laos (Luang Prabang), y una feroesa en Marruecos (Asilah).
Sin embargo, encontramos
temas de corte individual en algunos relatos, si bien homogeneizados con los
anteriores por la perspectiva amarga con que el autor los aborda, como si no
quisiera dejar títere con cabeza: la incomunicación (Tren Shinkansen), la descomposición de la pareja (Estambul, Nairobi, Bamato) y de la familia
(Dubai, Tanami Road), y la traición de la amistad (Nueva York). En esta escala individual se da el tema que
(probablemente) el autor toca de manera más personal: el de la identidad, en
historias a cuyos personajes les guían las motivaciones más rocambolescas y/o
necesitan “perderse para encontrarse” (Santiago
de Chile, Estambul, Vancouver). La finura del desarrollo
psicológico de los protagonistas correspondiente es digna de aplauso.
El contrapunto amable en el
tratamiento de los temas lo encontramos en el Luang Prabang, sobre el poder de la contemplación como salida
vital.
A esta heterogeneidad
temática se opone, en cambio, la cohesión que proporciona un rasgo
característico de la obra en conjunto.
Explicitud del subtexto
No creo muy arriesgado
afirmar que estamos ante una muestra de ficción postmoderna. No es de extrañar,
pues, que a menudo los personajes discutan sobre los temas de los relatos, de
forma global, haciendo referencia a la repetición cíclica y la sinrazón de
violencia y la intolerancia. Sin ir más lejos, el barco de los interludios se
llama Esperanza y en Esperanza#1 o Esperanza#8 se reflexiona sobre su
significado. De forma parecida, los personajes hablan sobre el auge y caída de
los imperios (Esperanza#4), relatan
el mito de Sísifo (Estambul), o se
hace afirmaciones como que “las Cruzadas nunca acabaron en Israel” (Vancouver), “las Revoluciones nunca
existieron, solo hombres matando hombres” (En
algún lugar de Sicilia) o “La raza, la religión, la política, la frontera”
son “inventos para justificar que un hombre tenga derecho a pisotear otro
hombre” (En algún lugar de Sicilia).
Asimismo, los personajes
también reflexionan sobre cuestiones literarias, que reflejan los
planteamientos del libro, constituyéndose como un recurso metaliterario. En
ocasiones se discurre sobre la repetición cíclica de los argumentos de ficción
(adviértase el paralelismo con la reflexión sobre la repetición cíclica de la
violencia), o los personajes establecen paralelismos de lo que les ocurre con
mitos clásicos como el de Teseo y el Minotauro (Esperanza#3) o la vuelta de Ulises a Ítaca y el rencuentro con
Penélope (Vancouver). ¡Incluso hablan
sobre las bondades de los finales abiertos (Esperanza#9)!
(Imagine el lector qué tipo de final puede esperar).
El valor de explicitar el
subtexto es objeto de polémica, más allá del alcance de esta reseña. Aceptando
esta omisión por mi parte, hay que decir que el autor usa este recurso de forma
nada farragosa y sí disfrutable. Forma parte de un despliegue de recursos
técnicos que harán las delicias de lectores-escritores.
Proliferación de técnicas literarias
Como se ha mencionado, los
relatos tienen título de ciudad o espacio geográfico. Esto es más que capricho.
Facilita que pierdan autonomía y se fundan en la trama común. Por la misma
razón, los personajes tienen inquietudes similares, sean de donde sean. Todos
somos parecidos.
Aunque la mayoría de relatos
se basen en el uso de un narrador omnisciente o en primera persona, se emplean
técnicas que enriquecen esa visión. Por ejemplo la superposición de diálogos o
de tiempos presentes y pasados (Valencia,
Estambul, Nueva York), con habilidad para hacer fácil lo difícil. También se
intercalan versos de una canción en el texto (En algún lugar de Sicilia). A veces el narrador es poco fiable y no
se sabe si el habla sobre sí mismo o sobre otra persona (Santiago de Chile, Vancouver).
Por otro lado, en una ocasión hay un narrador en segunda persona (Atenas). Y, hacia el final, los formatos
cambian: podemos encontrar todo un cuento en forma de diálogo (Bamato), monólogo externo (Tanami Road) e interno (Luang Prabang),
collage periodístico (Potosí), relato
contado por un muerto (este no voy a revelar cuál es), o un cuento dentro de
otro (Asilah).
Por último, el autor opta por
estructuras dramáticas en las que prima la presentación sobre el nudo y
desenlace. En el relato típico de este volumen, casi todo es presentación. El
nudo y el desenlace se precipitan. Este recurso, arriesgado, funciona bien
aquí, y contribuye a crear pequeñas sorpresas que hacen que, al final, todo
cobre sentido, a menudo rematado con frases finales impactantes.
Otros motivos de disfrute
Puede haber dado la impresión
de que nos hallamos ante un libro muy sesudo. Sin embargo, permite una lectura
fácil gracias a su atmósfera de misterio basada, a su vez, en la dosificación
de la información y a la recién citada estructura que proporciona pequeñas
sorpresas. Entronca, en este sentido, con Paul Auster y Haruki Murakami.
Es igualmente envidiable la
comodidad con que bascula entre el realismo de la mayoría de relatos y la
premisa de ciencia-ficción del contexto: una situación cercana al apocalipsis,
que recuerda a clásicos como La tierra
permanece o El día de los trífidos.
Claro que el tratamiento en conjunto es más parecido al del slipstream, sin que lleguen a aparecer
elementos disonantes. Algunos relatos también gozan de este equilibrio, como Lhasa (sobre manipulación
psicofarmacéutica) o Nueva York (sobre
esa ciudad en ruinas, recorrida por asesinos y supervivientes).
Aspectos mejorables
Como se puede apreciar por la
abundancia de temas, el libro se constituye en un fresco de denuncia de
diversos problemas sociales. Quizás por ese abordaje tan amplio, se pierda indagación
en las causas de la violencia. Después de la lectura, no tengo claro cómo el
horror ha llegado a dominar la vida de los protagonistas (salvo, tal vez, en mi
relato favorito, el salvaje Tanami Road,
sobre el adoctrinamiento fratricida de un padre digno de presidir los Estados
Unidos hoy por hoy). De ese modo, tampoco me queda claro por qué la única
salida que propone el autor, la práctica colectiva de la contemplación (Luang Prabang), puede ser la solución
correcta a nuestros problemas.
Por otro lado, es muy patente
que el contexto y los interludios son una alegoría. El problema de las
alegorías es que su significado tiende a quedar claro muy pronto y,
narrativamente, se estancan. Con el barco Esperanza, en parte me pasó. Tras Esperanza#8, los interludios se me
hicieron repetitivos. Supongo que el autor sucumbió al encanto de la simetría e
incluyó tantos interludios como relatos, pero no acabo de encontrar una razón
de más peso para ello.
Una lectura fascinante,
independientemente de esta última coda, que no debes perderte, querido lector.