Son pocas las oportunidades de
los amantes de la literatura de terror para encontrarse con un equilibrio tan logrado
entre continuidad y revisionismo como la que nos ofrece la presente compilación.
A lo largo de sus diez relatos advertiremos ecos macabros de Villiers de L’Isle
Adam, metafísicos de Lovecraft, humorísticos de Bierce o psicológicos de El Horla de Maupassant. La actualización
se aprecia en el estilo conciso, el evitar explicaciones de más y la ausencia
de perspectiva moral, entre otros rasgos.
Existen dos tipos de cuentos
dentro del volumen: los más solemnes y los más anecdóticos. Además de
distinguirse por su mayor longitud, los más solemnes (Compañera, La habitación verde, Un lugar adecuado, El mejor despertar,
Tableaux vivants) remiten con mayor claridad a sus referencias clásicas,
tienen un lenguaje más selecto, una estructura en tres actos más desarrollada,
una ambientación más arcaizante o extraña y, sobre todo, el elemento fantástico
es más explícito y objetivo. Los más anecdóticos no exceden de las seis páginas
y tienden a situarse en el momento coetáneo, partir de situaciones cotidianas y
dar el giro hacia lo fantástico dentro de la cabeza de los protagonistas, cuya
visión podría ser puesta en duda por otros personajes. En ambos tipos de
relato, el autor muestra una soltura considerable, puesto que consiguen
transmitir desasosiego y un sentimiento de indefensión de los protagonistas con
el que es posible comulgar, por antipáticos que resulten.
El tratamiento del sexo y las
diferentes facetas de sus sinsabores es especialmente sutil y personal, pues no
suele ser tema principal de los relatos y, sin embargo, tiene una importancia
determinante en muchos de ellos. En Intruso,
la narradora siente la presencia de un ser vampírico bajo la cama, cama que
comparte con el marido, ajeno a lo que está ocurriendo; en Ritual, el protagonista permanece (quizás más de la cuenta) anclado
a un vagón de metro con la mirada fija en una mujer cuya edad salta a ojos
vista; en Un lugar adecuado, el
narrador conduce a su acompañante Laura (que no se sabe de dónde sale) al
encuentro de otra Laura, una chica de la que estaba enamorado de niño, y que no
parece haber envejecido lo más mínimo. Y una larga serie de etcéteras que
sitúan el abordaje de este tema entre lo más destacado del libro.
Para desahogarse de tanta
desazón, el humor asoma en dos cuentos centrales, Un lugar adecuado y El mejor
despertar. En el primero, el protagonista pulula de un lado a otro por una
galería comercial a la que no sabe cómo ha llegado, pero de la que parece
difícil salir, enfrentándose a episodios como que las figuritas de un belén
cobren vida y se dediquen a destriparse unas a otras. En El mejor despertar, un muerto resucita para salvar a su viuda de
que corra el mismo destino que él (o sea, que la liquide su querida familia),
solo que el hecho de que el cuerpo putrefacto del cadáver se vaya desprendiendo
de camino, no parece que vaya a facilitarle la misión. ‘Humor’, he dicho, sí
pero, como se puede apreciar, en los términos un tanto tétricos que marca el
autor.
Mención aparte merece La habitación verde, relato en el que
una misteriosa habitación se le aparece al narrador en distintos momentos de su
vida, llegando a convertirse en una obsesión para él. Los sueños de poder y la
actuación por conveniencia se dan cita en esta pieza magistral que desprende
nostalgia y crea impotencia en el lector al asistir al flaco intento del
protagonista por salir de una mediocridad mal llevada.
En resumen, el texto es una
gozada para quienes hemos crecido al albur de selecciones de relatos de uno o
varios autores de narrativa gótica, solo que desde una óptica, si bien
respetuosa, convenientemente modernizada.
Apuntado para compra!
ResponderEliminarLa reseña es sugerente, invita a conocer al autor a través de su obra
ResponderEliminarApuntado en la lista de I must read!
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