sábado, 20 de mayo de 2017

Yo también fui un lector adolescente de Poe



La figura de Edgar Allan Poe debe de ser la que más ha popularizado la técnica del narrador no fiable, debido a que sus relatos de terror se cuentan entre las primeras lecturas de muchos jóvenes. Sus protagonistas emocionalmente inestables no dejan lugar a dudas sobre que lo que están contando, desde su punto de vista, puede estar más que viciado por su lógica insensata, no por ello menos meticulosa. Aunque hayamos visto la técnica aplicada con posterioridad de manera más sofisticada, es fácil volver una y otra vez al uso que Poe tan encantadoramente aplicaba para provocar horror. Es el caso de la compilación de relatos que nos ocupa, que no en balde viene encabezada por una cita a dicho autor y, más concretamente, a El corazón delator y uno de los pasajes en que el narrador cuestiona su locura.
En la antología se aprecia cierta revisión y actualización, desde luego. Las atmósferas lóbregas y sobrenaturales se ven sustituidas por otras más realistas y mundanas, y los personajes trágicos por otros más cómicos. Especialmente acertado resulta la forma de casar el aire de la narrativa gótica con temas sociales, como la violencia infantil (Solaz) y, destacando por su brillantez, la violencia sobre la mujer –en forma de maltrato conyugal (Ventanas, probablemente mi relato favorito), acoso (Ámbar) o presión por cuidar la imagen femenina (La báscula)–. También se habla sobre crímenes acuciantes, como el asalto de casas (El intruso), y sobre las diferentes neurosis de la vida moderna, por ejemplo el miedo a los vecinos (Un vecino abnegado) o a los compañeros de trabajo (El juego). De interés más minoritario que el resto, pero alto para cómplices de la escritura, resulta divertida la crítica al mundillo literario de Avatares del azar.
Al autor le pierde un poco el uso de cultismos y el exceso de adjetivos, ambos supongo empleados para provocar distanciamiento irónico, pero a costa de restarle fluidez a la prosa. Lo compensa con finales ingeniosos en los que la sorpresa no cae en la gratuidad sino que obliga a replantearse lo leído, le da sentido y añade una capa de profundidad.
Esta se trata de la obra más antigua que he reseñado en el blog (edición de 2008). Con posterioridad, parece que su autor solo ha publicado por su cuenta plaquettes electrónicas de relatos sueltos. Y eso que todos los cuentos de Relatos turbios han ganado premios o resultado finalistas de certámenes literarios. Una muestra más de que, si nos dejamos guiar por el mercado editorial, nos perderemos autores importantes.


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